De la tierra a tu mesa: Agricultura regenerativa en cada bocado

Los seres humanos hemos alterado el estado natural de los suelos en más del 70% y de acuerdo con el Global Land Outlook Report (UNCCD, 2022), la agricultura contribuye en un 40% generando el mayor impacto en función a la actividad humana.
Los campos y cosechas han experimentado efectos adversos, entre ellos, el incremento de temperaturas, el cambio en los patrones de precipitaciones y la mayor frecuencia de eventos extremos derivados del cambio climático. Sin embargo, si nos referimos a todo el sistema alimentario, desde el cultivo, cosecha, producción y suministro, éste representa la mayor fuente de emisiones de gases con efecto invernadero (GHG) y es la causa principal de pérdida de biodiversidad.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) establece que las emisiones provenientes de todo este sistema alcanzaron el primer pico máximo de 19.1 millones de emisiones GHG global en el 2019 y actualmente este número sigue creciendo a un paso mayor que el incremento de la población.
Una solución viable: la agricultura regenerativa
No todo son malas noticias, puesto que una forma de parar este daño ambiental, mitigar emisiones y restaurar el uso del suelo se concentra en reimaginar y rediseñar el sistema alimentario. Aquí es donde la “agricultura regenerativa” juega un rol clave.
A todo esto, ¿qué es la agricultura regenerativa? Es un tipo de agricultura enfocada en reponer la tierra utilizando menos químicos, incrementando la biodiversidad y secuestrando las emisiones de carbono hacia el suelo (Newton et al, 2020). La agricultura regenerativa representa una nueva forma de proveer alimentos frescos, saludables que provienen de un suelo sostenible libre de emisiones.
Procesos de la agricultura regenerativa
¿Cómo funciona la agricultura regenerativa? Básicamente se trata de crear suelos sanos a través del tratamiento de agua, menos uso de fertilizantes, rotación de cultivos, compostas y uso de plantas perennes (plantas que duran más de dos años).
La idea es mejorar el suelo usado con los recursos, en lugar de destruirlos y depletarlos. De acuerdo con el Rodale Institute se puede secuestrar el 100% de la emisión de CO2 con algunas prácticas de agricultura regenerativa. Por ejemplo, el solo hecho de minimizar el uso del arado, -que ocasiona un mayor daño físico al suelo-, permite la generación de la materia orgánica creando ambientes más saludables y resilientes para que los granos y plantas sobrevivan.
Otra práctica es la diversidad en los cultivos. Al tener diferentes plantas se liberan diferentes carbohidratos o azúcares que a través de las raíces enriquecen el suelo. Si solamente se conservara un solo tipo de cultivo, se podrían perder otros nutrientes y la productividad en los terrenos. Lo mismo pasa con la rotación de cultivos y el proceso de “tapado”. El cubrir la siembra con tierra, removerla y utilizar localizaciones estratégicas en esta, permite la creación de materia orgánica que previene enfermedades y pestes en una forma más natural.
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